Una figura etérea encarna el esplendor de la naturaleza, con la cabeza sustituida por un vibrante jarrón rebosante de flores rojas, amarillas y naranjas. Celebra la infinita belleza del crecimiento y la transformación. El rostro difuminado evoca una sensación de misterio, convirtiendo a las flores en la pieza central de este encantador retablo.
Una figura etérea encarna el esplendor de la naturaleza, con la cabeza sustituida por un vibrante jarrón rebosante de flores rojas, amarillas y naranjas. Celebra la infinita belleza del crecimiento y la transformación. El rostro difuminado evoca una sensación de misterio, convirtiendo a las flores en la pieza central de este encantador retablo.