En la calma dorada de un oasis desértico, una mujer se sienta junto a la piscina, inmersa en su libro, enmarcada por abundante vegetación y una arquitectura tranquila. La cálida paleta de terracota y el suave sol evocan quietud y soledad, mientras la escena susurra mañanas lentas y tardes eternas. Con un café, limones y la quietud como única compañía, se convierte en un retrato de la paz interior, un momento suspendido entre capítulos, tanto literarios como personales.
En la calma dorada de un oasis desértico, una mujer se sienta junto a la piscina, inmersa en su libro, enmarcada por abundante vegetación y una arquitectura tranquila. La cálida paleta de terracota y el suave sol evocan quietud y soledad, mientras la escena susurra mañanas lentas y tardes eternas. Con un café, limones y la quietud como única compañía, se convierte en un retrato de la paz interior, un momento suspendido entre capítulos, tanto literarios como personales.