De espaldas al mundo y con la luz del sol en la piel, se detiene, perfectamente inmóvil contra una pared de alegres rayas azules. Una sola naranja descansa sin esfuerzo en su mano, como si el día le hubiera ofrecido algo dulce y sencillo. Es una celebración silenciosa del verano, de la seguridad en uno mismo y de mantenerse erguido a la sombra de uno mismo.
De espaldas al mundo y con la luz del sol en la piel, se detiene, perfectamente inmóvil contra una pared de alegres rayas azules. Una sola naranja descansa sin esfuerzo en su mano, como si el día le hubiera ofrecido algo dulce y sencillo. Es una celebración silenciosa del verano, de la seguridad en uno mismo y de mantenerse erguido a la sombra de uno mismo.