Posada sobre una cuna de hojas doradas, la mariposa viste sus colores como la memoria: tierna, intrincada, eterna. Contra un cielo ruborizado, su quietud zumba con un asombro silencioso, como si el tiempo se detuviera para admirar este momento fugaz y perfecto. La belleza, aquí, no pide que se le preste atención, simplemente es.
Posada sobre una cuna de hojas doradas, la mariposa viste sus colores como la memoria: tierna, intrincada, eterna. Contra un cielo ruborizado, su quietud zumba con un asombro silencioso, como si el tiempo se detuviera para admirar este momento fugaz y perfecto. La belleza, aquí, no pide que se le preste atención, simplemente es.