Sus risas suben como la marea, los brazos enlazados al ritmo, las caderas meciéndose al son de un tambor silencioso que sólo ellas pueden oír. La luna observa con ternura, lanzando un hechizo de plata sobre las faldas barridas por el viento y los pies descalzos. Aquí, bajo un cielo teñido de azul océano y susurros de medianoche, la alegría es antigua, se transmite de alma en alma, paso a paso.
Sus risas suben como la marea, los brazos enlazados al ritmo, las caderas meciéndose al son de un tambor silencioso que sólo ellas pueden oír. La luna observa con ternura, lanzando un hechizo de plata sobre las faldas barridas por el viento y los pies descalzos. Aquí, bajo un cielo teñido de azul océano y susurros de medianoche, la alegría es antigua, se transmite de alma en alma, paso a paso.